sábado, 3 de diciembre de 2011

CELAC: HISTORIA DE UN CAMINO AL ANEXIONISMO



Por Gerónimo Pérez Rescaniere
Unir el continente latinoamericano es centralmente e inevitablemente eliminarle a los países imperiales subvenciones inmensas y que vienen de siglos. Cambiarán esas potencias a causa de nuestro cambio, se alterará su orden relativo y en definitiva quedará modificado el mundo. Ingenuo sería imaginar que ello no generará respuestas. De ellas trata este artículo y concretamente de un potencial de anexión latinoamericana a la potencia estadounidense que vendría ser, paradójicamente, una consecuencia de nuestra unión. La mecánica que aquí describimos ha funcionado a través de toda la historia americana.

Cartografía racional
América es el único continente cuyo mapa fue creado científicamente. El rey y la reina de España disponen de cartógrafos que pueden rayar sobre mapas, diciendo esto es Nueva Granada, aquello Quito, lo otro Pirú, lo otro Venezuela, lo de más allá Brasil del rey portugués. Se diseña atendiendo a la distribución de los puertos, a la locación de los reinos y razas indígenas y a otros conceptos mitad religiosos, mitad racionales.
También científica es la conquista que hace Holanda en la región de las bocas del Orinoco. Se la denomina Nueva Holanda y a su capital Nueva Amsterdam y nada de eso adeuda a la casualidad o al capricho. Cálculo hay en la escogencia del punto de implantación, cultura acrisolada por milenios de guerras y de negocios. Holanda es la puerta del río Rin, que es el camino óptimo para introducir productos a Europa, para llevarlos a Alemania, a los valles septentrionales de Francia, su tierra se había ensangrentado por las guerras de los poderes lanzados a poseer aquel rincón que aduana a la mitad de Europa.
Hubiera sido traidor o imbécil el cartógrafo que no informara a su rey los potenciales del Orinoco de funcionar como el Rin de la América del Sur, de albergar en su estuario una nueva Amsterdam.

Los canales
Era lógico que Holanda pensara en canales, no sólo porque los construye dentro de su territorio, sino porque uno particularmente multiplicaría su riqueza. Estaría situado en Suiza, el altísimo nudo montañoso de donde baja el Rin, que va al norte, pero también desciende el Danubio que va hacia el oeste. Ya Carlo Magno habló de construir un canal en territorio helvético para viajar del mar del Norte al mar Negro sin interrupción. Por una vía así corren el ejército, que hace imperio, y la mercancía, que lo hace más aún. Era difícil el proyecto para un mundo que remontaba los ríos a golpe de remo, hoy existe, beneficiado por los motores. Un canal suramericano que desembocara en la salida del Río de la Plata era perfectamente pensable ya entonces, y más fácil de hacer. No se necesitaría perforar enormes montañas, pues el Orinoco se continúa en el Caño Casiquiare y éste en el río Negro, que desemboca en el Amazonas. Todo plano. Derivando de, Amazonas hacia el sur bastaría canalizar un trozo relativamente corto para acceder al río Paraguay, que lleva al estuario rioplatense. Cierto, hay una enorme montaña, está atrás, es los Andes, dificultaría una virtual salida al Océano Pacífico, pero está cruzada por un abra llamada La Porculla.
Tan alerta estaba Holanda a los canales que al mismo tiempo que actúa en el Orinoco y el Esequibo, funda otra Nueva Holanda en territorio norteamericano, y a su capital también la nomina Nueva Amsterdam. Los ingleses, cuando se la arrebaten a Holanda, la rebautizarán como Nueva York y es el puerto más importante del mundo, conectado por el río Hudson a un canal enorme, que atraviesa los Estados Unidos desde los Grandes Lagos hasta las bocas del río Mississippi, ya en el Caribe. Construido después de la Guerra de Secesión, este canal mantiene unidos a los Estados Unidos a través de la mayor corriente industrial comercial del mundo.
Hablando de su máxima victoria naval, Trafalgar, describiendo la larga persecución que hizo al almirante francés Villeneuve, el almirante Nelson narra en sus memorias que las dos flotas atravesaron el Atlántico y vinieron a dar a la región norte de la América del sur. “Yo llegué a pensar -escribe- que la batalla más importante del siglo sucedería en las bocas del Orinoco”. Por lo visto, las bocas del Orinoco estaban de moda en las cancillerías y ministerios de guerra europeos pues siete años antes de Trafalgar Inglaterra había conquistado la isla de Trinidad, tapón al gran río. Es una acción coordinada con un levantamiento conocido en Venezuela como la Conspiración de Gual y España. Enseguida, por gestión del gobernador Picton, Inglaterra se extiende a la húmeda Guayana. Ha entrado una llave inglesa en el sistema de ríos de la América del Sur, haciendo imposible la unión canalera del subcontinente, lo que valdrá decir su unión.

Anexión impedida
La afirmación anterior muestra hechos de jerarquía inmensa, pero no dice todos. Lo que ha sido taponado por la inserción inglesa es mayor, se ha impedido en última instancia, la anexión de América del sur por los Estados Unidos. ¿Cómo? Vayamos a aquel 1797 y sus alrededores. Los Estados Unidos venían de separarse de Inglaterra apenas veinte años antes y las dos potencias anglosajonas vivían una tensión que las conduciría en 1812 a una nueva guerra; Napoleón Bonaparte, adverso enconadamente a “la pérfida Albión” mueve una alianza con los Estados Unidos, cuyo golpe central dará en 1805 con la entrega, en verdad regalo, de la Luisiana al país norteamericano, con el río Mississipi comprendido y constituyendo el nervio de la operación. ¿Qué tiene que ver el río Mississippi con la anexión de Suramérica a Norteamérica? El geógrafo Alejandro Humboldt, que será fundamental en la operación de la Louisiana, escribirá medio siglo después la verdad, la presenta como una suerte de iluminación que le habría invadido mientras contemplaba el caño Casiquiare durante sus viajes por tierra venezolana, en ella habría concebido un canal interamericano tendido desde los Grandes lagos norteamericanos en el límite con Canadá, hasta la boca del Río de la Plata.
En el libro La integración iberoamericana (Instituto Schiller, New Benjamín Frankin House, Nueva York, 1986, pags 180,181) se inserta el siguiente párrafo:

“ En 1799, Alexander von Humboldt estuvo en el nacimiento del río Casiquiare, donde éste se divide y corre hacia las cuencas del Orinoco y del Amazonas, y se dio cuenta de la importancia de unir las dos redes fluviales. Humboldt vislumbró una red de navegación fluvial y marítima muy semejante a la que se ilustra en el mapa 6-2, que va de los Grandes Lagos de los Estados Unidos y Canadá, pasando por el río Misisipí hasta el golfo de México, cruza el Caribe y llega hasta el río de La Plata, vía la red del Orinoco y la del Amazonas.”

Si conjuntamos esta reverie geográfica con la perfectamente lúcida asesoría que, al final de su viaje americano, suministrará Humboldt al presidente norteamericano Jefferson sobre el Mississippi, podemos deducir que también le comunicó su idea del canal interamericano.

La sección norteamericana del canal fue construida tras la guerra de Secesión y mantiene unidos a los Estados Unidos. La pulsión para la creación de la vía interamericana atraviesa la historia de América como un bajo continuo, activando en su favor o en su contra a muchos hombres de poder. Para lectura enriquecedora sugerimos la obra de Las guerras del agua, de Elsa Bruzzone, que narra los intentos norteamericanos sobre Brasil para la internacionalización del Amazonas y las descripciones -emitidas por el mismo poder- de una comunicación o río subterráneo de unión entre el Mississippi y el Orinoco cuya existencia milenaria crearía una suerte de derecho entre divino y terráqueo obligante de la unión canalera de los dos continentes.
Nos hemos contraído a la boca norte del canal, la boca sur es un tema de historia argentina y sobre todo uruguaya. Las relaciones entre Inglaterra y los Estados Unidos, que por dos siglos y algo más estuvieron pespunteadas de conflictos y conciliaciones, hoy parecen avanzar hacia una alianza integral y activa, que aconseja un reparto sensato y secreto del tapón al Orinoco. ¿Es factible? ¿Tiene Inglaterra tal poder sobre Guyana?
Negocios refuerzan negocios, difícil será impedir una unión interamericana, una anexión, una vez que dos corrientes de intercambio de extensión continental estén movilizando riqueza masivamente.

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