sábado, 2 de julio de 2011

PROSTITUCIÓN EN TIEMPOS DE GUERRA

Necesario es que asumamos la concepción científica de la guerra, en lo político-ideológico, en el marco de su propia circunstancia de tiempo y espacio. Necesario es que logremos el correcto análisis de un mundo sumergido en diversas modalidades de guerra. De lo contrario, nuestros análisis podrían extraviarse hacia consideraciones y conclusiones erradas, con consecuencias equívocas, incluso, sobre los efectos que podríamos llamar con acierto como “efectos colaterales de la guerra”.
Uno de esos efectos colaterales es la prostitución, precedida o no del llamado tráfico de personas, que es el traslado de personas, especialmente de mujeres, niñas y niños, más allá de las fronteras de su propio país con el fin de explotarlas sexualmente en beneficio de terceras personas. Es un mecanismo utilizado por las organizaciones criminales que manejan la industria de la prostitución. Esto se produce tanto en las llamadas guerras convencionales, con declaración de guerra, como en las que ocurren por invasión y consiguiente ocupación de territorio.
En los países invadidos y ocupados con esta última modalidad de guerra, impuesta por el imperialismo norteamericano y sus secuaces europeos, la prostitución se ha disparado vertiginosamente no solamente en cuanto a la cantidad de personas que ha caído en prostitución sino en la magnitud del crecimiento de la industria del sexo que se ha expandido hacia el tráfico de armas y de la droga, generando colosales ganancias a los explotadores. La prostitución no anda sola sino en compañía de la industria del tráfico de armas y de drogas.
La Organización de las Naciones Unidas (ONU) no ha sido muy afortunada, por decirlo de alguna manera, con respecto al grave problema de la prostitución porque no lo ha enfrentado en profundidad, solamente se ha avocado al problema en “tiempo de paz” y lo ha hecho de manera confusa. Por ejemplo, se han dado casos de Relatores para la Prostitución y Tráfico de Personas de la ONU que han hecho distinción entre prostitución forzada y libre, con lo cual se puntualiza que algunas personas en estado de prostitución buscaron y aceptaron libremente su condición, aún cuando sean niños o niñas.
En este sentido, debemos reconocer el buen trabajo realizado por algunas organizaciones de mujeres con Status Consultivo en las Naciones Unidas que censuraron esta innoble categorización y desplegaron la tesis de que la prostitución en ningún caso es libre, que las personas caen en prostitución violentadas por circunstancias sociales y económicas entre las que se cuentan las hambrunas y la violencia doméstica ejercida en su contra y ahora es el rapto violento de las personas practicado por las fuerzas invasoras, o las fuerzas antipatria del país invadido, tanto en sus casas como en lugares públicos, en cualquier calle. Es así como estas personas caídas en prostitución se hunden en una vida de esclavitud dentro de la inmensa industria del sexo dirigida por individuos de mal vivir y a quienes se les conoce como proxenetas, chulos o dueños de burdeles.
En nuestro país soplan vientos de guerra no convencional, el imperio maldito nos amenaza con invasión, desea nuestro petróleo, nuestra riqueza acuífera, nuestra amazonia, nuestras riquezas mineras, en fin, nuestra soberanía.
El imperialismo depredador nos tilda de terrorista, de traficante de drogas, de conexión con organismos y países que ellos consideran terroristas. Es el mismo expediente que utilizaron en otros países para la masacre y destrucción de sus pueblos, pero no solo el asesinato es su objetivo también lo es la destrucción de la memoria histórica y cultural de la patria invadida, por eso destruyen museos, academias, universidades y todo aquello que signifique creación cultural, artística e intelectual del pueblo.
Esta destrucción de la memoria histórica y cultural de los pueblos invadidos y ocupados quebranta la capacidad y la moral de las personas para luchar contra la prostitución. Se crea un estado de indefensión en quienes no conocen su historia, su riqueza cultural, su patrimonio artístico, su propio intelecto. Esta destrucción allana el camino hacia la instalación y posterior desarrollo de la industria del sexo. Eso lo saben los imperialistas. A veces no lo saben los pueblos.
Ha sido verdaderamente inmoral la decisión de EEUU de acusarnos de practicar el tráfico de personas, concretamente de mujeres, niños y niñas, con fines de explotación sexual.
No es extraño que ese país, invasor de otros pueblos del mundo y traficante de personas para la prostitución, esté pensando en organizar en nuestro país, en su pretendida invasión, una poderosa industria del sexo y haya lanzado desde ya esa perversa campaña.
Por el contrario. es conocido que en todos los países que han sido invadidos y ocupados por militares norteamericanos es donde ha estallado masivamente la prostitución de mujeres, niños y niñas que han sido esclavizados para uso y solaz de la jauría militar yanqui y sus aliados.
Durante la Segunda Guerra mundial floreció vertiginosamente la prostitución de guerra para satisfacer las necesidades de la tropa y sus jefes. Japón fue, quizás, el país mas “productivo” de esa industria. Su cinismo fue tan grande que crearon la matriz de que organizar en burdeles a las personas en prostitución las protegía de violaciones, digamos que “extramuros”, por parte de los soldados de la guerra y crearon el eufemismo de las “mujeres confort”, es decir personas que servían de solaz para los militares de la guerra. Con este eufemismo también cubrían a las niñas y los niños explotados sexualmente.
Ese eufemismo pasó incluso a nuestros días y algunos traficantes del sexo, chulos, proxenetas y dueños de burdeles, se refieren a esos centros como lugares necesarios para el “reposo del guerrero”.
En tiempo de guerra, mas que en ningún otro tiempo, las personas en prostitución viven en esclavitud, pueden ser vendidas o entregadas para saldar cuentas de los propios explotadores. Además, prestan sus servicios en condiciones infrahumanas.
¿Estamos en Venezuela preparados y preparadas para enfrentar el problema de la prostitución en tiempo de guerra? Me temo que no. Contamos con unas instituciones y un sistema jurídico para trabajar la violencia contra la mujer, con cimiento muy firme sobre el derecho de la mujer a una vida libre de violencia pero, lógicamente, todo está dirigido a la protección de los derechos humanos de la mujer en una sociedad como la nuestra que no está en guerra, por ahora. Y no hay nada en nuestra política de estado que nos alerte y nos ilustre sobre el fenómeno de la prostitución en tiempo de guerra.
Por los momentos, las personas estudiosas de lo internacional deberían ubicar en los Convenios internacionales sobre prostitución y tráfico de personas, aprobados o ratificados por nuestro país, normas específicas y elaborar algunos criterios que nos permitan crear una política de estado efectiva para responder en su momento al aborrecible problema de la prostitución forjada por la eventual invasión y ocupación de nuestra patria por potencias extranjeras.

Josefina Cedeño

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